Hace poco hice un sueño realidad, un sueño que llevaba mucho tiempo planeando y que por fin pude llevarlo a cabo. Mi sueño cumplido era viajar a Europa. Aunque nunca pensé que este viaje cambiaría tanto mi forma de pensar y de ver las cosas. Puedo decir con satisfacción que aprendí muchas cosas que mejoraron mi vida.
Por eso en el artículo de hoy quiero contarte las 7 cosa s que aprendí al viajar a Europa.
1. Dejar mi zona de confort.
Viajar al exterior es una de las cosas que más me han sacado de mi zona de confort, y no es para menos, si lo piensas bien, estar siempre en tu país y con tu gente te hace las cosas muy fáciles, sin embargo, cuando te enfrentas a un viaje internacional todo comienza a cambiar.
Viajar es toda una aventura y más cuando llegas a una tierra totalmente desconocida, claro, esto me generaba muchos miedos, los cuales me hacían pensar en cualquier cantidad de cosas negativas como: que en el aeropuerto me iban a tratar mal, que se me iban a perder las maletas, que la gente sería grosera o que el idioma sería un problema, etc. Cualquier cantidad de cosas se me pasaban por la mente.
Nada de eso ocurrió, excepto un pequeño inconveniente con un oficial de policía en mi propio país, quien decidió sacar todo lo que yo tenía en mi maleta de mano, pero eso hace parte de las anécdotas.
La realidad de todo fue que me di cuenta que los miedos son infundados, que la mente te juega sucio para que te quedes como estas, bien arropadito en tu zona segura.
Sí, aunque no lo creas la mente hace que te crees una cantidad increíble de posibles cosas malas que te pueden pasar y “el no conocer algo, fuerza a la mente a completar esos vacíos con la imaginación”.
Puedo decir que en el aeropuerto la gente siempre fue muy amable, tanto españoles, como italianos y franceses me trataron con respeto y amabilidad.
Las personas en general son cordiales y te tratan con respeto, claro, siempre y cuando tú seas respetuoso, porque veo muy difícil exigir respeto si tú no lo das.
No todo es color de rosa, te encuentras con personas que tal vez han tenido un mal día y hasta para gastarte tu dinero en sus establecimientos no te atienden bien, pero es algo que pasa, y pasa en todas partes del mundo, no obstante, vas tan metido en tu viaje que nada te daña el paseo.
2. El idioma no es un obstáculo para viajar.
En cuanto al idioma, debo decir que no fue un obstáculo para comunicarme. En el hotel en el que me hospedé en Roma hablaban en español y en los demás sitios turísticos también pasó lo mismo. Por lo tanto, no tuve dificultades en ese aspecto.
En París fue un poco más complicado, pero utilicé un poco de inglés (mal inglés) y el lenguaje universal de las señas, con eso fue suficiente para salir adelante.
A pesar de que el idioma no es un obstáculo para viajar, mucha gente se priva de la felicidad de conocer el mundo solo por este detalle.
No lo niego, me daba pena utilizar mi pobre inglés para comunicarme, pero de alguna forma tenía que saber cómo llegar a algún lugar y de hecho lo logré, además siempre encontrarás a un latino que te ayudará a salir de aprietos. Estas cosas son las que enriquecen tu aventura.
3. Una persona no es una ciudad o un país.
Una de las cosas que aprendí fue que no puedes definir a una ciudad o un país por el comportamiento de dos o tres de sus habitantes.
En mi viaje conocí a personas con comportamientos poco cordiales, parecía que no les gustaba el trabajo que estaban realizando o simplemente se levantaron de mal humor ese día.
A pesar de que esas personas fueron groseras, no podría definir a esa ciudad como que sus habitantes son todos groseros, porque no los conocí a todos.
Decidí ignorar esos comportamientos sin crear ningún juicio por lo que habían hecho dos o tres personas locales y preferí continuar con mi aventura.
4. Ninguna ciudad es mejor que otra.
Definitivamente conocí ciudades hermosas, las cuales me dejaron con la boca abierta, pero no podría decir que una es mejor que otra.
Lo que aprendí fue que cada ciudad tiene su belleza, por ejemplo, Madrid es muy diferente a Barcelona, las dos tienen rincones muy particulares y sin embargo, las dos son fascinantes.
Cada ciudad guarda su propio encanto y sería muy desacertado decir cuál es la mejor, en vez de compararlas para saber cuál es mejor, yo decidí sumergirme en ellas y disfrutarlas al máximo.
Ahora que estoy en mi ciudad, la veo más bella y más interesante, me siento con muchas ganas de seguir conociéndola para enamorarme más de ella todos los días.
5. Viajar ligero es mejor.
No sabes la cantidad de cosas que llevé en mi maleta y que nunca usé, crees erróneamente que para pasar un mes en Europa vas a necesitar de muchas cosas y eso no es así.
En este viaje aprendí que cuando viajas ligero todo es mejor, tienes menos cosas de que preocuparte y puedes disfrutar más de tu aventura.
No solo hablo de equipaje, me refiero también a la mente, al hecho de viajar ligero de pensamientos.
Cuando viajas y vas en un avión, en un tren o un autobús, tienes mucho tiempo para reflexionar sobre tú vida y te das cuenta que muchas veces cargas con exceso de equipaje, quieres que todo sea perfecto y cargas con esa maleta para todas partes, una maleta que por cierto es muy pesada.
Aprendí a vaciar mi mente de muchas preocupaciones y aunque planifiqué bien mi viaje, me di cuenta que no todo sale a la perfección y ahí es dónde comienzas a improvisar, te tienes que volver flexible y para ser flexible debes vaciar el exceso de equipaje.
6. Observar es mejor que mirar.
Pienso que al viajar tomas demasiadas fotos y demasiados videos. Creo que te preocupas más por capturar la mejor imagen que por guardar el mejor recuerdo. La gente está llena de gigabytes de imágenes y videos que tal vez verán una o dos veces y que lo más probable es que los archivaran para siempre.
No digo que no debas tomar fotografías, ¡Claro! eso es parte del recuerdo, de los lugares y las experiencias vividas, pero a veces se exagera y te conviertes en esclavo de las maquinas que capturan esos momentos, para luego darte cuenta de que conociste la plaza de San Pedro por medio de una pantalla de cinco pulgadas.
En este viaje aprendí a observar más las cosas con mis propios ojos, y que no todo era merecedor de una fotografía, que era bueno ser selectivo y disfrutar más de la belleza de las cosas.
Aprendí que las mejores imágenes son las que se capturan en tu memoria y que son las únicas imágenes que nadie te podrá borrar.
7. Abrir más la mente.
Antes de viajar la gente me repetía mucho que cuando viajara debía abrir la mente y yo respondía diciendo que claro, que iba a abrir la mente todo lo que pudiera.
La mente, como ya lo había dicho antes, quiere que sigas viviendo como siempre has vivido y por eso no permite que experimentes cosas nuevas.
Cuando llegué a Europa encontré inmediatamente una forma de vivir totalmente distinta a la que yo estaba acostumbrado, como no, si eran países diferentes, con ciudades diferentes, con unas costumbres totalmente distintas y dentro de esas costumbres estaba la comida.
Fue interesante ver que al principio decía que no a lo que me ofrecían. Era mi mente queriéndome mantener dentro de mi capullo para que no experimentara cosas nuevas.
Cuando me percaté de ello, me programé fuertemente diciéndome: “probaré todo lo que me ofrezcan y si no me gusta, pues no lo vuelvo a comer”.
Así fue como abrí mi mente y empecé a disfrutar de la comida y todas las costumbres Europeas, esto hizo que mi experiencia de viaje fuera más placentera y enriquecedora, lo que definitivamente cambió mi forma de pensar y de ver las cosas.
Espero que si no lo has hecho, te animes a viajar y conocer el mundo, te aseguro que es algo que te ayudará a conocerte más como persona y enriquecerá tu vida de una forma mágica.
Me gustaría que me contaras, abajo en los comentarios, sobre tus experiencias de viaje o me hablaras de los lugares que te gustaría conocer.